
Ray García G.
Diario El Mundo
Con cinco hijos don Gabino perdió a su esposa víctima de cáncer de hígado, pero él estuvo dispuesto a donar su órgano y perder su vida con tal de que sus hijos pudieran contar con su madre.
Lamentablemente eso no fue posible, así que el tuvo que hacerse cargo del sustento de sus hijos con la ayuda de su familia.
Nació en Huajoyuca estado de Puebla, cuando él tenía dos años de edad sus padres emigraron con él hacia la región de Orizaba, primero asentándose en el municipio de Río Blanco y luego en la ciudad Orizaba finalmente en el municipio de Ixtaczoquitlán.
A los 25 años contrajo matrimonio con Irma Lucila Báez González, con quien tuvo cinco hijos: Elia, David, Isaías, Ernesto y Judith Flores Báez.
Un padre dispuesto a todo
A los 13 años de matrimonio enfrentó una de las pruebas más duras de la vida cuando Irma fue diagnosticada con cáncer de hígado.
La enfermedad avanzó rápidamente y en menos de dos meses, su esposa falleció.
Ante el devastador diagnóstico, Gabino y su esposa buscaron cualquier posibilidad de salvarla.
La conclusión a la que llegaron fue radical: Gabino estaba decidido a donar su propio hígado para prolongar la vida de Irma.
"Ella le servía más a mis hijos que yo", recuerda. Sin embargo, los médicos fueron claros: "Ustedes no son dioses, uno de ustedes dos se quedará con los niños, no hay otra opción", le dijeron, porque lamentablemente el cáncer ya estaba en etapa de metástasis.
La esperanza se esfumó y con ella comenzó un nuevo camino, uno donde Gabino tuvo que enfrentar esa realidad.
La vida después de la pérdida
Cuando Irma falleció, su hija mayor tenía apenas siete años y la menor no había cumplido tres. "En ese momento ellos (los niños) no entendían la magnitud de lo que había pasado, para ellos no era real, era como un juego", comparte don Gabino.
A pesar del dolor, jamás se sintió solo. Su familia y la de su esposa lo rodearon y apoyaron constantemente. Su madre, suegra, hermanas y demás familiares colaboraron para que sus hijos tuvieran siempre alimento, ropa y educación. "Siempre estuvieron ahí conmigo, nunca me sentí desesperado."
Con esfuerzo, organizó su tiempo entre el trabajo y el cuidado de sus hijos. A menudo les preparaba tortillas con la prensa que llamaba "orejas de elefante" para alegrarlos.
Un padre presente, sin buscar reemplazo
Don Gabino tomó una decisión que marcó su vida: nunca buscó rehacer su vida con otra pareja.
"El hecho de que mis hijos no tuvieran mamá no fue por mi causa, pero si yo les traía una madrastra, eso sí sería responsabilidad mía", afirma.
Consideró que una nueva relación podría traer conflictos y, sobre todo, sentimientos de desplazamiento para sus hijos. "Desde el principio decidí que mi tiempo sería para ellos."
Más que resignación, fue un compromiso inquebrantable con su familia.
Asistían juntos a eventos culturales, conciertos de música clásica y actividades en la iglesia. Su hija se convirtió en catequista y sus hijos fueron monaguillos. "Siempre tratamos de no sentirnos solos, de permanecer unidos."
Enseñanzas de vida y herencia de trabajo
Como balconero, oficio que aprendió tras la muerte de su padre, Don Gabino formó un pequeño taller que le permitió ser su propio jefe.
No solo enseñó a sus hijos el valor del trabajo, también les transmitió las habilidades básicas del oficio: cortar con segueta, escuadrar, soldar.
"Hoy, aunque ninguno de ellos es balconero, esas enseñanzas les ayudaron a tener bases para sus empleos actuales", dice con orgullo.
Dos de sus hijos hoy se desempeñan en Talleres y Acero y otro en una empresa constructora.
Algunos lograron concluir el nivel medio superior gracias al esfuerzo conjunto de la familia.
Don Gabino también les inculcó un espíritu crítico. Les enseñó a cuestionar a los partidos políticos y a combatir la indiferencia frente a la corrupción.
Un legado que trasciende
Actualmente tiene 65 años, y don Gabino vive con la familia de su hijo David. Mira con satisfacción la vida que sus hijos han construido, cada uno por su cuenta, y valora que todos sean personas responsables y trabajadoras.
"Creo que lo mejor que puedo dejarle a este país son hijos productivos. Eso es mi mayor orgullo", concluye.
Hoy, en este Día del Padre, la historia de Don Gabino es un homenaje a quienes, como él, viven la paternidad como un acto de entrega total, construyendo con amor y esfuerzo los cimientos de sus familias. Padres que no solo crían hijos, sino que forman seres humanos comprometidos con la vida.