De la Redacción
En un emotivo acto cargado de simbolismo, el cardenal Carlos Aguiar Retes presidió la misa de la Cena del Señor en la Catedral Metropolitana, donde lavó los pies de doce personas, incluyendo cuatro madres buscadoras, cuatro migrantes venezolanos y cuatro familiares de víctimas de suicidio.
Este gesto, realizado durante la celebración del Jueves Santo, buscó visibilizar el sufrimiento de estos grupos y reconocer las carencias de atención y solidaridad hacia ellos en México.
El lavatorio de pies, una tradición que rememora la humildad de Jesús con sus discípulos, tuvo un significado especial al incluir por primera vez a familiares de personas desaparecidas.
En un país donde más de 126 mil personas están reportadas como desaparecidas, las madres buscadoras representan un clamor de justicia que resuena con fuerza.
Durante la ceremonia, estas mujeres ingresaron al templo en procesión, sosteniendo mantas con los rostros de sus seres queridos, un recordatorio de las heridas abiertas que cargan.
Entre las participantes estuvieron Brígida Ricardo Matilde, quien busca a su hijo Geovanni Benítez, desaparecido en 2006 en la Ciudad de México; María Claudia San Román Aguilar, madre de Reyna Karina, vista por última vez en 2012 en el Estado de México; Rocío Méndez Chávez, en búsqueda de su hija Sofía Lorena desde 2018; y María Irene Ramírez Hernández, quien no ha dejado de buscar a su hermano Germán desde su desaparición en 2023.
Acompañadas por migrantes venezolanos y familiares de personas que han fallecido por suicidio, estas mujeres caminaron al frente de la procesión, guiadas por el cardenal.
Con solemnidad, Aguiar Retes se arrodilló ante cada persona, vertió agua sobre sus pies y los secó con cuidado, un acto que conmovió profundamente a las madres buscadoras, algunas de las cuales no pudieron contener las lágrimas.
Este gesto, según explicó el arzobispo en su homilía, buscó transmitir un mensaje de cercanía y esperanza: “Jesús está con ellos, acompañándolos en su dolor, aun en medio de las pruebas más duras”. Subrayó que estas personas no solo representan a grupos vulnerables, sino que son la voz de los marginados que imploran ser escuchados.
La ceremonia no solo destacó por su carga emocional, sino también por su llamado a la acción. La Iglesia, a través de este acto, reconoció la necesidad de una mayor “caridad y atención” hacia quienes enfrentan estas realidades.