Alex Villanueva
El Mundo de Córdoba
Un buen tazón con cacahuates, una cerveza y su guitarra, era suficiente para mantener la sonrisa de Federico. Partió de éste plano siendo uno de los hombres más ricos del mundo, pues siempre fue pleno con sus cinco tesoros: sus hijos.
La tristeza por una pérdida es inevitable y nada ni nadie lo podrá reparar, pero también la experiencia de tener al lado a seres maravillosos, perdurará por siempre.
Algo muy similar es el sentimiento de Paulina, quien cuenta una anécdota de su padre mientras saca un par de cacahuates de su bolsillo, y aún con la mano temblorosa, una ligera sonrisa le acompaña.
En la iglesia, entre abrazos, lágrimas y despedidas, resaltaron algunas sonrisas, todas ellas en recuerdo a las vivencias de Federico con todos ellos.
Su instructora de yoga, contó que Federico siempre era el "desorden" de su clase, pues siempre hablaba o se reía, pero ya todos le conocían, era parte de su alegre esencia.
"Ayer, al inicio de clase, entró una chicharra al salón y estuvo haciendo ruido hasta que la sesión terminó y juro, que era parte de él", contó.
No está nada errada, pues dentro de la cultura asiática, las cigarras son el emblema más poderoso relacionado a la inmortalidad y la resurrección, pues se levantan de la tierra después de largos periodos de tiempo.
Federico hizo muchas cosas en vida, proyectos, investigaciones, amistades y fue el sustento de su familia, pero el legado más grande e invaluable,
es el amor que perdurará en sus hijos.
Hasta pronto, Federico.