Lunes 10 Noviembre 2025

Un eclipse es un fenómeno que se repite cada determinado tiempo, pues finalmente compromete el movimiento de la luna, La Tierra y El Sol.

Sin embargo el hecho se vuelve personal según el ojo y la experiencia que cada uno tiene de éste, misma que dependen de su circunstancia y su época.

Un legendario director de El Mundo, José Manuel Guzmán Galindo, en ese entonces reportero, consignó la experiencia del eclipse de 1970 y lo plasmó en las páginas del diario en aquel entonces, mismo que hoy compartimos con ustedes de cara al evento astronómico de nuestra propia época.

 

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Se hizo de noche al medio día

 

José Manuel Guzmán Galindo

Domingo 8 de marzo de 1970

Diario El Mundo No. 3131

 

El día amaneció brillante y claro. Había una inusual calma y tranquilidad.

El tiempo discurría lentamente. Era un sábado especial. Se palpaba la tensión, impaciencia y curiosidad de los cordobeses.

Conforme avanzaba la mañana, la gente se apresuró a buscar cámaras, lentes, vidrios ahumados, vidrios de soldador, viseras improvisadas con cajas de cartón, películas veladas, recipientes de agua, en fin, todo lo que en esa época se consideraba adecuado para observar el fenómeno celeste que ocurriría poco después.

Son poco más de las diez de la mañana y ha empezado el eclipse. Este, el del siete de marzo de 1970, será el tercer eclipse total de sol del siglo XX que se contempla en el país. El primero fue en 1900 y el segundo en 1923. El mismo día siete de marzo, de 1951, los mexicanos disfrutamos de uno parcial, visible en todos los rincones de México.

Con perfecta puntualidad se inicia el fenómeno celeste. El cielo, que hasta hace unos minutos era azul claro, empieza a tornarse grisáceo. El paisaje va adquiriendo extrañas tonalidades del naranja al púrpura. Imperceptiblemente la temperatura ha empezado a descender. 

Hasta hace unos minutos, el sol aparecía como un círculo perfecto; ahora, ya presenta una pequeña mancha que aumenta de tamaño al transcurrir del tiempo. La luz continúa disminuyendo; el sol desaparece rápidamente, sólo es visible una cinta muy fina; ráfagas de frío viento agitan los árboles a través de cuyas sombras se observa el eclipse en el suelo.

A las 11.32 minutos, las actividades en Córdoba quedan semiparalizadas; miles frente a sus televisores, en las calles o refugiados en sus casas, contemplaban el "fenómeno del siglo": el eclipse total de sol.

La magnitud del eclipse en la región, según los especialistas, alcanzó más del 90 por ciento.

La poca luz que se puede ver es como el reflejo de la luna en la noche, aunque más intensa; colosales llamas parecen salir del sol.

Pero el espectáculo aún no terminaba; una exquisita y circular "banda de diamantes" que los científicos llaman "perlas de Baily" es visible. No es otra cosa que la luz del sol que pasa a través de las irregularidades de la superficie lunar.

En los momentos de la totalidad del eclipse en Miahuatlán, Oax., donde se originaba el control remoto, con una mezcla de temor y expectación, se contemplablan las escenas que transmitían las cadenas de televisión.

Cuando el eclipse llegó a su punto culminante para la región, una penumbra extraña envolvió la ciudad y sus alrededores. La luz que dejaban filtrar las nubes causaba extraños resplandores; éstas, que cubrían al astro rey, por momentos aumentaban las sombras.

Los animales con su extraño sexto sentido, se inquietaron. Los perros ladraron, los gallos cantaron. Ante la penumbra, que daba la impresión de ser una hora bastante avanzada de la tarde, los animales volvían a sus corrales y establos creyendo que el día terminaba.

Las calles de la ciudad quedaron semi vacías de tráfico automovilístico; apenas uno que otro vehículo transitaba haciendo más imponente el momento. En las aceras, balcones y azoteas de las casas, miles contemplaban el espectáculo. Habíamos sido testigos de una puesta de sol a mediodía.

Algunas cordobesas, la mayoría ancianas, acudieron a la iglesia a rezar, sin entender aún que lo sucedido era un fenómeno celeste más.

Las consejas populares hicieron que mujeres embarazadas se colgaran tijeras, cintas rojas y otros amuletos alrededor del cuello o la cintura para rechazar cualquier daño que el eclipse pudiera causar al hijo por venir. Campesinos, sobre todo aquéllos que cultivaban frutales, colocaron trapos rojos en todo lo alto de los árboles, sujetos a largas pértigas.

Aunque pareciera haber transcurrido mucho tiempo, el momento de mayor magnitud del eclipse duró apenas tres minutos y 28 segundos.

Cuando el sol fue liberado de la sombra lunar, sus cálidos rayos se sienten sobre la tierra. La noche ha sido muy breve y todo vuelve a la vida una vez más. El fenómeno que se ha presenciado, ha sido verdaderamente extraordinario y su belleza y magnitud son difíciles de describir con palabras.

Los colores del cielo y de los objetos volvieron a su color real; todo había pasado, la vida seguía su curso, solo los espectadores comentaban la magnificencia del fenómeno astronómico y hacian participes a sus compañeros de sus observaciones personales. La ciudad recuperaba lentamente el ritmo normal de un sábado cualquiera.

El cono de luz que se proyectó sobre la tierra abarcó una franja de sombra de 160 kilómetros que comprendió los estados de Veracruz y Oaxaca, partiendo de Puerto Angel, Oax., hasta Coatzacoalcos.

El eclipse fue calificado por los astrónomos como el eclipse del siglo. La luna estuvo a sólo 339 mil kilómetros de distancia de la tierra, de manera que su sombra, llamada umbra, trazó una cinta de 160 kilómetros de ancho a través del globo terráqueo

Este eclipse se había iniciado en el amanecer del sábado sobre el Pacífico Sur y la franja que abarcó el área sobre la cual se proyectó la sombra de la luna siguió una trayectoria que en América recorrió el istmo de Tehuantepec, el Golfo de México, la costa sudoriental de Estados Unidos, Nueva Escocia y Terranova en Canadá.

Toda América del Norte, salvo la parte más boreal de Alaska, quedó dentro de la zona del eclipse parcial o sea, cuando la luna parece simplemente envolver parte del sol, sin llegar a cubrir completamente el disco.

Miahuatlán de Porfirio Díaz, que fue el sitio ideal, la zona "cero" para la observación del eclipse se ubica en la sierra sur de Oaxaca y su nombre significa "campo de espigas de maíz".

Este poblado, sobre todo en los días que precedieron al eclipse se convirtió en la "capital científica del mundo"; además de astrólogos, antropólogos, físicos y esotéricos, se reunieron turistas de todo tipo: "hippies" en búsqueda de energía sideral; norteamericanos enhuarachados y de greña descomunal; jóvenes autóctonos sobrevivientes de alguna guerra política pasada o de alguna catarsis colectiva de música y placeres; aprendices de brujo, gurús, cantantes, artistas y filósofos de por sí o por aprendizaje obtenido en aulas, cafeterías, bares y cantinas, cronistas, reporteros, poetas, locos y desahuciados.

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