Adriana Balmori A.
Saulo de Tarso, San Pablo apóstol, el apóstol de los gentiles, Pablo el epistolario, o el gran león de Dios: apóstol, no discípulo, es junto con San Pedro una de las columnas de la iglesia cristiana es por ello que se les celebra juntos en este día.
Hoy de Pedro sólo diremos que es el custodio del Reino de Dios, cabeza de la Iglesia, en su prédica y evangelización va a Samaria, Cesárea, Corinto, Antioquía, Capadocia, etc., hasta llegar a Roma donde, por órdenes de Nerón es crucificado en el año 64, él pide que lo pongan de cabeza, pues no se siente digno de morir igual que Jesús. Está enterrado en el Vaticano.
La febril actividad de San Pablo y sus profundas reflexiones fueron factores clave para llevar a buen fin su visión de una iglesia mundial, y también, fueron decisivos en la rápida difusión del cristianismo y en su posterior consolidación como una religión universal. Ninguno de los seguidores de Jesucristo contribuyó, tanto como él, -aun sin haberlo conocido-, a establecer los fundamentos de la doctrina de Jesús y la práctica cristiana.
Nacido entre el año 5 y el 10, en Tarso una ciudad griega en el sur de Asia Menor, dentro de una familia acomodada de judíos fariseos de cultura helenística, que poseían el estatuto de ciudadanos romanos y por lo tanto sus privilegios. Después de la temprana muerte de su madre, este joven pelirrojo, de apariencia singular, se vuelve taciturno y junto a su padre y su hermana se mudan a Jerusalén donde continúa sus estudios en la escuela de los mejores doctores de la Ley. Por lo que su formación teológica, filosófica, jurídica, mercantil y lingüística (hablaba griego, latín, hebreo y arameo), era inmejorable, y como él mismo declaró en su epístola a los Gálatas: “aventajaba a muchos compatriotas de mi edad como partidario celoso de las tradiciones de mis padres”, se cuenta que fabricaba tiendas para mantenerse y pagar su educación, pero también que era atildado y le gustaban las reuniones mundanas, es, en esta época que tiene un hijo llamado Bóreas, al que conoce y reconoce después varios años, sólo por su extraordinario parecido con él, y que muere trágicamente al poco tiempo; seguramente debía residir en Jerusalén en el año 33, al momento de la crucifixión de Jesús, pero en ninguno de sus escritos afirma haberlo visto o escuchado en persona. De acuerdo a la educación que había recibido, observando las más rígidas tradiciones farisaicas, Saulo se hizo notar como acérrimo perseguidor del cristianismo, considerado entonces una secta herética del judaísmo. Inflexiblemente ortodoxo, el joven Saulo de Tarso estuvo presente en la lapidación de Esteban, el protomártir, o primer mártir cristiano. Todo lo que él consideraba sagrado, la ley, el templo, las tradiciones del pueblo, las veía amenazadas si se dejaba seguir creciendo a la secta de Esteban. Saulo se valió de sus influencias con el sumo sacerdote de Jerusalén para poder perseguir a los cristianos -pequeños Cristos-, fuera de Judea. Según el relato de los Hechos de los Apóstoles, en el año 36: "Mientras iba de camino, ya cerca de Damasco, le envolvió de repente una luz que venía del cielo. Cayó al suelo y oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» Preguntó él: «¿Quién eres tú, Señor?» Y él respondió: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Ahora levántate y entra en la ciudad. Allí se te dirá lo que tienes que hacer.» Los hombres que lo acompañaban se habían quedado atónitos, pues oían hablar, pero no veían a nadie, y Saulo, al levantarse del suelo, no veía nada por más que abría los ojos. Lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco, ahí
lo llamó a convertirse en el apóstol de los gentiles (es decir, de los no judíos) y a predicar entre ellos su palabra. Ananías un devoto de la nueva fe se le acercó, le devolvió la vista y lo bautizó como Pablo, quedando infundido por el Espíritu Santo.
A partir de entonces se convirtió en un fogoso y apasionado defensor de la fe cristiana, un verdadero “león” que hizo todo por llevar esta fe a los gentiles de todas partes y suavizó las exigencias de la religión judía: Sus trece o catorce epístolas, son un compendio de reglas, normas y reflexiones sobre la vida que debían llevar los cristianos, sobresaliendo el pensamiento y la espiritualidad, resaltando en ellas, a pesar de su tono estricto y riguroso, el amor, expresado de manera excepcional en ese hermosísimo himno a la caridad que es su Epístola a los Corintios. El mensaje de la Cruz que alguna vez le pareció blasfemo, fue para él la manifestación suprema de la sabiduría y el poder divinos.
Amigo leal como pocos, discrepó en muchas ocasiones con Pedro, sabiéndose los dos puntales de la nueva iglesia, nunca le demostró superioridad. Viajero incansable, en sus últimos años, tenía en mente un viaje a la península Ibérica, visita antes Jerusalén, donde contaba con muchos enemigos y es acusado de profanar el templo, por entrar acompañado de algunos gentiles; fue arrestado y como